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Las políticas de migración más absurdas de Estados Unidos y el Primer Mundo

En un mundo globalizado, la migración se ha convertido en un tema central, tanto en el ámbito político como en el social. Sin embargo, a pesar de la importancia del fenómeno migratorio, algunas políticas de inmigración han resultado absurdas o contrarias a la lógica, afectando a millones de personas en todo el Planeta, pero especialmente en lo que conocemos por Primer Mundo, con Estados Unidos al frente, como principal destino de las personas que buscan una mejor oportunidad en su vida.

A continuación, exploramos cinco políticas migratorias que han sido objeto de críticas por su ineficacia, contradicciones y, en algunos casos, por las graves consecuencias que han tenido para quienes buscan una vida mejor.

No solo queremos señalar las estrategias horribles que en algunos casos ha seguido Estados Unidos, sino que vamos a darte 4 ejemplos más en otros 4 países distintos del Primer Mundo.

Porque legislar mal, o como diría una vieja abuela, legislar con el culo, no es cualidad exclusiva de ningún país.


La política de «Cero Tolerancia» y la separación familiar en EE.UU.

Sin duda alguna debemos empezar por nuestro país y sus eternas contradicciones en cuanto a la acogida de la migración latina proveniente del centro y sur del continente. Y aunque hay bastantes ejemplos a señalar, sin duda alguna, Trump es quien se lleva todo el mérito (en sentido negativo).

La política de «Cero Tolerancia», implementada durante el gobierno de Donald Trump en 2018, fue diseñada para disuadir a los migrantes indocumentados de cruzar la frontera sur de EE.UU.

Sin embargo, lo que la convirtió en una política altamente polémica fue la separación de miles de niños de sus familias, dejando a menores en centros de detención mientras sus padres eran procesados.

El argumento oficial era que cualquier adulto que cruzara la frontera sin autorización sería criminalmente procesado, lo que resultaba en la separación de los niños que, según la política, no podían ser encarcelados con sus padres.

A pesar de las protestas nacionales e internacionales, las imágenes de niños en jaulas y los testimonios desgarradores de familias separadas provocaron una crisis humanitaria en la frontera sin parangón en toda la historia del país.

Consecuencias:

Aparte del daño emocional y psicológico causado a miles de niños, un informe del Inspector General de EE.UU. reveló que el gobierno no tenía un plan efectivo para reunir a las familias una vez separadas.

Muchos niños permanecieron separados de sus padres durante meses, algunos incluso años. La política fue revocada, pero el daño ya estaba (y está) hecho, sin opción a compensación alguna, salvo a través de los tribunales y pasando por un arduo, largo y costoso proceso que está fuera del alcance de la inmensa mayoría de los migrantes afectados, por no decir todos y todas.


La Ley de 10 años de México: Castigando a quienes regresan

México es un país de tránsito y destino para miles de migrantes cada año que vienen desde el Centro o el Sur del continente con destino a Estados Unidos y, parcialmente, a Canadá.

Sin embargo, una de las políticas más criticadas es la Ley de Inmigración de 2011, que establece una prohibición de 10 años para que los migrantes que son deportados puedan volver a ingresar legalmente al país.

Esta política ha sido calificada de absurda, ya que no solo castiga a aquellos que ingresaron de manera irregular por primera vez, sino que también impide a muchas personas que fueron deportadas regresar para regularizar su situación legal.

Esto, irónicamente, empuja a los migrantes a cruzar de nuevo de manera ilegal, perpetuando un ciclo de deportaciones y entradas irregulares.

Consecuencias:

La ley afecta principalmente a migrantes centroamericanos que buscan una mejor vida en México o cruzar hacia Estados Unidos.

La imposición de un castigo tan severo no solo ha agravado la crisis migratoria en la región, sino que ha contribuido a la creación de redes ilegales que explotan a los migrantes.


La detención indefinida en Australia: Un limbo legal

Australia, abandonando ya los Estados Unidos, tiene una de las políticas migratorias más estrictas del mundo. Una de las más criticadas es la detención indefinida de los solicitantes de asilo en centros fuera del país, como en la isla de Nauru o Manus, en Papúa Nueva Guinea.

Bajo el pretexto de «proteger sus fronteras», el gobierno australiano ha implementado una política que envía a todos los solicitantes de asilo que llegan por mar a estos centros de detención, donde pueden pasar años sin recibir una respuesta definitiva sobre su estatus migratorio.

Organizaciones de derechos humanos han denunciado las condiciones inhumanas en estos centros, donde los detenidos no solo enfrentan hacinamiento y falta de atención médica adecuada, sino también un limbo legal interminable.

Consecuencias:

Muchos solicitantes de asilo han pasado más de cinco años en detención sin ninguna resolución de su situación, lo que ha llevado a un aumento alarmante de los problemas de salud mental, incluyendo intentos de suicidio y autolesiones.

La comunidad internacional ha condenado estas prácticas, pero el gobierno australiano sigue defendiendo su política como una «necesidad de seguridad nacional».

Es en estos detalles donde países que se consideran progresistas, y abanderan el progresismo, como es Australia, demuestran una y otra vez el cinismo y la doble moral al tratar a seres humanos en busca de futuro y prosperidad como si fueran cosas.


«Hostile Environment» en Reino Unido: Creando criminales de migrantes legales

La política de «Hostile Environment» (ambiente hostil) implementada por el gobierno británico en 2012 fue diseñada para dificultar la vida de los migrantes indocumentados y obligarlos a abandonar el país.

Sin embargo, uno de los casos más famosos que expuso las fallas de esta política fue el escándalo Windrush, en el cual ciudadanos británicos, principalmente del Caribe, fueron erróneamente clasificados como inmigrantes ilegales, perdiendo su derecho a trabajar, recibir atención médica e incluso ser deportados.

Estas personas, que habían llegado legalmente a Reino Unido décadas atrás, se encontraron atrapadas en un sistema burocrático incapaz de reconocer su estatus legal.

Consecuencias:

La política no solo afectó a migrantes indocumentados, sino también a personas con estatus legal, que se vieron obligadas a enfrentar procesos interminables para demostrar su residencia.

El escándalo Windrush condujo a una disculpa pública del gobierno británico, pero dejó a miles de personas sin hogar, empleo o acceso a servicios básicos.

Una vez más se demuestra que pese a la actitud de los funciones de hacer valer la Ley y la Normativa vigente, también caen en el continuo error de defender lo que saben está mal hecho, de facto.

Una norma o una ley, más allá de su pretensión original, está hecha por personas que pueden cometer graves errores y causar graves daños a quienes se pretende administrar.

La política de inmigración por puntos en Japón: Ignorando la realidad demográfica

A pesar de tener una de las poblaciones más envejecidas del mundo, Japón mantiene una política migratoria extremadamente estricta. El sistema de puntos de inmigración otorga privilegios a profesionales altamente cualificados, pero deja fuera a trabajadores no calificados, que son los que el país realmente necesita para llenar la creciente brecha en el mercado laboral.

A pesar de la evidente necesidad de mano de obra, Japón sigue imponiendo barreras altas a la inmigración de trabajadores no calificados, lo que ha exacerbado sus problemas demográficos y económicos.

Consecuencias:

A medida que la población envejece y la tasa de natalidad sigue cayendo, la economía japonesa se enfrenta a serios desafíos. Sin una política migratoria más inclusiva, muchos expertos creen que Japón podría enfrentar una crisis económica y social en las próximas décadas.

Hay que recordar que en otras latitudes, como por ejemplo España, se estima que en 2100 la población del país se haya reducido prácticamente a la mitad. Las consecuencias y el impacto puede ser desgarrador: empobrecimiento, abandono de infraestructuras, desaparición de la cultura, sustitución de la población.

Japón se enfrenta a ser solo unas islas que en 2100 tengan de todo, menos japoneses y japonesas.


Personas, no cosas

Las políticas migratorias absurdas no solo generan sufrimiento humano, sino que también subrayan la falta de coherencia y planificación de los gobiernos a la hora de enfrentar la realidad de la migración en un mundo globalizado.

Estas políticas, que parecen diseñadas más para generar titulares o aplacar sentimientos antiinmigrantes, fallan en proporcionar soluciones reales a un fenómeno que, lejos de desaparecer, continuará marcando el siglo XXI, incrementando la presión migratoria de manera continua.

Revisar, modificar y humanizar las políticas de migración no solo es un imperativo moral, sino también una necesidad práctica para el desarrollo sostenible de los países.

Mientras las noticias a menudo se enfocan en las fronteras, es fundamental mirar más allá y cuestionar las decisiones que afectan directamente la vida de millones de personas.

Es muy probable que lo que hoy llamamos Tercer Mundo o Países en Vías de Desarrollo, mañana sean el Primer Mundo. Y los que hoy lo son mañana sean los que emigran buscando nuevas oportunidades y fortunas.

Como ya lo fueron a finales del siglo XIX y hasta prácticamente la década de los 80 del pasado siglo XX. Y sí, hablamos de Europa. Una tierra que huyendo de la pobreza y el hambre se ha desperdigado por todo el planeta. Pero que hoy, junto a los Estados Unidos, Japón, Canadá o Australia, pretenden cerrar sus puertas, porque ahora no pasan hambre ni miseria.

Deberíamos reflexionar sobre todo esto, como sociedad.


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